Menores transexuales, libertad e inquisición
A principios de año en
las marquesinas de ciento cincuenta paradas de autobús de Bilbao, San
Sebastián, Vitoria y Pamplona, se colgaron unos carteles en los que,
debajo del dibujo de dos niñas y dos niños desnudos y cogidos de la
mano, se podía leer: “Hay niñas con pene y niños con vulva”.
La iniciativa formaba parte de
una campaña con la que Chrysallis Euskal Herria1,
una asociación de familias de
menores transexuales, pretendía concienciar sobre la realidad de
estos niños y niñas, y sobre las dificultades con las que se
encuentran en su día a día. En pocas horas algunas de esas
marquesinas sufrieron diferentes actos vandálicos. Además, la
asociación católica Centro Jurídico Tomas Moro,
muy bien relacionada con la organización ultraconservadora Hazte
Oír, remitió un escrito al
fiscal de menores del País Vasco para que iniciara acciones por un
acto que consideraba criminal y contra la inocencia de los niños.
Chrysallis se defendió
de las críticas recibidas justificando su derecho a luchar por la
felicidad de sus hijos e hijas, y apeló a los derechos de todas las
personas y a la libertad de expresión.
Hace
sólo unos días Hazte Oír
iniciaba otra campaña con la que pretendía recorrer varias ciudades
españolas con un autobús en cuyo lateral se podía leer: “Los
niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen. Si
naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo”.Una
iniciativa que inmediatamente recibió el rechazo social, político e
institucional en todo el país, y que en pocas horas fué prohibida
por un juzgado madrileño por dirigirse a “personas con
una orientación sexual distinta para lesionar su dignidad”.
Inmediatamente Hazte
Oír denunció que “la
inquisición gay” había
impuesto su dictadura, y que se estaba produciendo un adoctrinamiento
de los menores en la “ideología de género” y
un atentado contra la libertad de expresión. A pesar de eso,
afirmaban que no les amedrentarían y que continuarían con la
campaña.
Que
la Iglesia Católica, y el actual papa, se hayan posicionado en
multitud de ocasiones contra lo que denominan “adoctrinamiento
en la ideología de género”,
hacía esperar que dieran algún tipo de cobertura a la iniciativa de la
organización católica Hazte Oír, ya
que de alguna manera dicen apoyarse en la posición oficial de esta
iglesia. Sin embargo parece evidente que defender una acción que la
mayoría de la población ha entendido como una agresión gratuita y
absurda a unos menores, no era la mejor opción. Tampoco el situarse
al lado de una organización de la que, según elplural.com,
una sentencia judicial afirma que algunos de sus dirigentes mantinen
vínculos con la sociedad secreta y paramilitar El Yunque:
“Movimiento de extrema derecha que busca el reinado de Dios en la
tierra y lucha contra homosexuales, ateos, inmigrantes o judíos2”.
De hecho en 2015 el obispo de
Getafe afirmó que no prestarían apoyo a las iniciativas de Hazte
Oír ya que no compartía con
ella “ni el sentido de pertenencia eclesial, ni los
medios que emplean”. De esta
manera queda claro que Hazte Oír no
sólo es percibida como una amenaza a la convivencia por la mayoría
de la sociedad española, sino también por la Iglesia Católica.
Sin
embargo gran parte del movimiento evangelical
en España si ha salido en defensa de Hazte Oír
enarbolando la bandera de la
libertad de expresión, y denunciando “la inquisición
gay”. Que este movimiento mayoritario e influyente en la Iglesia Evangélica tenga poco que ver con los movimientos de reforma protestante que se
dieron en el país a partir del siglo XVI, quizás justifica que
olviden que la única Inquisición que ha habido en España ha sido
católica, y que desde 1478 a 1834 ejecutó a miles de personas por
ser protestantes, homosexuales, moriscos, judaizantes; por ser
distintos. Sin embargo comparar esta barbarie con la defensa que los
colectivos lgtbi, junto a la mayoría de la población, han intentado
hacer de niños y niñas transexuales, es como poco, una aberración.
Y lo que delata, es que el movimiento evangelical no conecta con la
sociedad española, que es una ideología que viene de otros lugares
y a la que le falta empatía con quienes están en una situación de
vulnerabilidad. Una ideología que sólo es capaz de sentirse cómoda
con las posiciones más extremistas e intolerantes, y a la que la
libertad de expresión sólo le importa cuando tiene que ver con la
suya. De hecho todas las entidades e iniciativas evangelicales dejan
fuera a quienes piensan de forma diferente, lo que las hace ser
endogámicas y tener poca capacidad de reforma para hacer
comprensible e historicamente relevante el evangelio.
De
todo lo ocurrido quizás lo más sorprendente ha sido que una
sociedad que practica diariamente la transfobia haya sentido empatía
por la agresión que suponía para niños y niñas transexuales la
campaña de Hazte Oír. Que
un juez afirme que la campaña atenta contra “personas
con una orientación sexual distinta”, deja
bien claro que al menos terminológicamente no sabía de lo que
estaba hablando. De la misma forma, que padres y madres de todo el
país pongan el grito en el cielo porque alguien niegue que existen
niños con vulva y niñas con pene, no deja de ser sorprendente, ya
que es lo que aparece en los libros de texto de sus hijos e hijas, y
no parece que se hayan quejado antes. Aunque quizás lo que denotan
todas estas contradicciones es que hemos llegado a un punto en el que
la población es capaz de empatizar con las injusticias que genera el
discurso tradiconal sobre sexo, género y orientación sexual. Y por
esta razón, la petición de entidaes como Chrysallis, de una
eduación donde se entienda, valore y respete la diversidad, sea
verdaderamente urgente. No se trata de adoctrinar para manipular
identidades u orientaciones, eso es lo que algunos pretenden seguir
haciendo; sino informar, ayudar a entenderse a uno mismo y a los
demás. Se trata de hacer a la gente más libre, y para eso es
necesaria la educación, por eso nuestro sistema educativo necesita
reflexionar sobre qué cosas deben ser cambiadas. Que un niño con
vulva o una niña con pene, sea feliz, hace mejor nuestra sociedad. Y
para los que somos cristianos la hace más evangélica.
Si
yo fuera transexual no me gustaría nacer en alguna de las familias
de Hazte Oír, preferiría
hacerlo en cualquiera de las de Chrysallis, familias que son capaces
de reaprender, de dejarse cuestionar y de enfrentarse a todo para
entender y defender a sus hijos e hijas. Por eso prefiero sus
marquesinas, aunque sean rotas por algún intransigente, que el
autobús tránsfobo. En ellas veo presente al Dios en el que creo,
ellas son reflejo de un amor incondicional que ha sido puesto a
prueba, pero que ha salido reforzado.
Carlos
Osma
Notas:
1https://chrysallis.org.es/chrysallis-euskal-herria/
2http://www.elplural.com/comunicacion/2017/02/03/el-yunque-la-sociedad-paramilitar-vinculada-con-hazteoir-cada-vez-menos
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