Momentos histó(é)ricos para el movimiento LGTBI (y las iglesias evangélicas)
Creo que no exagero al decir que en
el Estado Español volvemos a vivir unos momentos históricos ante la más que
probable aprobación en el Congreso de los Diputados de una ley integral para la
igualdad de las personas LGTBI y en contra de la discriminación por orientación
sexual o identidad de género. En realidad, todavía existe la posibilidad de
realizar enmiendas, y es probable que algún que otro punto sea retocado. Aunque
esto sea así, y se tenga que continuar trabajando por leyes totalmente
igualitarias, es evidente que la lucha del colectivo LGTBI ha conseguido
sensibilizar a la sociedad española y ha logrado que sus demandas sean asumidas
por la mayoría de la población. Por esa razón, más pronto que tarde, las leyes
que protegen la diversidad de los mensajes de odio y las agresiones, acabarán
por implementarse completamente.
Las personas LGTBI han sido uno
de los colectivos que más han sufrido la discriminación, sobre
todo durante la dictadura franquista. Sin embargo, cuando ésta acabó supieron
integrarse o colaborar con aquellos otros movimientos que buscaban construir un
país más libre. Otro de sus logros es haber sabido conjugar la diversidad y la
unidad dentro de su colectivo. Diversidad yo diría que en la mayoría de
aspectos, pero unidad a la hora de defender derechos que después cada cual puede
utilizar como considere más oportuno. Y finalmente sus campañas para que la
gente saliera del armario, han permitido visibilizar lo que la homofobia quería
esconder: que hay muchas personas que no encajan dentro de
los postulados heteronormativos, y que la homofobia es una fuente de
sufrimiento. No era verdad que las personas LGTBI son un pequeño grupo que padece
un trastorno y que puede llegar a ser peligroso. Sino que es un porcentaje
significativo de la población al que puede pertenecer mi hija, mi mejor amigo,
mi madre o mi compañero de trabajo.
Las iglesias evangélicas por su
parte, más que un momento histórico, lo que están viviendo es un momento histérico.
Para entender las razones que sorprendentemente les han traído hasta aquí,
estaría bien intentar hacer un análisis partiendo de la evidencia de que
también fueron un colectivo oprimido por la dictadura franquista; además la Jerarquía
católica tuvo mucho que ver con toda aquella violencia que las personas y las
iglesias evangélicas padecieron durante décadas. Sin embargo, salvo algunas excepciones,
el movimiento evangélico en la transición no se situó del lado de quienes
pretendían hacer del Estado Español un lugar más libre para todos y todas, sino
que se centró únicamente en exigir y en alcanzar sus propios derechos legítimos.
No supieron en aquel momento crear alianzas con otros colectivos, quizás por
una visión demasiado espiritual de su fe, por no ser capaces de ver como prójimos
a quienes no son evangélicos, o porqué los movimientos evangélicos que empezaron
a aterrizar en aquel momento en el país, lo hacían con una intención únicamente
proselitista.
El hecho es que la mayoría del
movimiento evangélico creó un pedestal apilando sus biblias, y se subió a él para
mirar al resto por encima del hombro. Quizás fue eso lo que les impidió
estudiarla profundamente e introducir los debates teológicos que tenían lugar
en otros lugares del mundo. Se situaron por encima del bien y del mal y se autodesignaron
poseedores de la verdad. A partir de aquí fueron expulsando de sus iglesias a las
personas que tenían otros puntos de vista, e impidieron por todos los medios
cualquier debate que no fuera absolutamente inevitable (lugar de la mujer en la
iglesia, divorcio, etc). En consecuencia, no solo quienes se situaron al frente
de sus entidades fueron personas con un perfil conservador, sino que en muchos
casos tampoco eran los más capacitados. La realidad es que la mayoría de iglesias
se han ido vaciando, y su crecimiento exponencial en los últimos años, se debe
exclusivamente a la población inmigrante que llega para buscar una vida mejor. Estos
dos factores son clave para entender a día de hoy la desconexión entre la sociedad
española y sus iglesias evangélicas. Parten de visiones del mundo y del ser
humano diferentes, y no porque una sea cristiana y la otra no, sino porque la
gran mayoría de iglesias evangélicas no están integradas en la sociedad, sino
que viven de espaldas a ella. En unas ocasiones por que una iglesia de Madrid actúa
como si estuviera en Carolina del Sur, y puede pasarse días lamentando la
muerte de Billy Graham mientras que no sabría decir más de dos nombres de evangélicos
españoles que lucharon contra la dictadura franquista; y en otras, porque una
iglesia de Barcelona es idéntica a otra de Pekín y, a pesar de pertenecer al
Consell Evangèlic de Catalunya, su interacción con la población autóctona es
escasa. Sorprende ver que los dirigentes de las entidades más
importantes del país, sean casi exclusivamente personas de origen español,
cuando la composición de sus iglesias es otra.
Si unimos conservadurismo y
procedencia de lugares con otras visiones de la sexualidad, la masculinidad o
la familia, entendemos que las leyes LGTBI sean todo un problema para las
iglesias evangélicas. Hay un choque real y frontal entre las dos visiones, una que basa su legitimidad en la voluntad divina que dicen conocer, y otra en el bienestar
y los derechos de una parte de la población que está siendo discriminada. Pero
las iglesias evangélicas como han hecho durante siglos en este país, se
defienden sin entrar en diálogo y cerrándose sobre sus postulados, esperando resistir
la embestida de millones de personas que luchan por sus derechos. Algo absurdo, pero que tiene su lado dramático, puesto que para resistir han
decidido antes depurarse y expulsar de dentro de sus entidades a quienes
consideran traidoras; en este caso a la Iglesia Evangélica Española (IEE) por su posición inclusiva. Sin
embargo es una medida sin duda triste para la historia de las iglesias
evangélicas en España, que profundiza en su sectarismo, pero que no impedirá que éstas en algún momento acaben
por sumarse a la defensa de los derechos de todas las personas, también las
LGTBI. Para empezar porque no es cierto que solo la IEE está por una postura
inclusiva, existe un porcentaje minoritario todavía, pero en ascenso en todas
las iglesias, que están por la inclusión. Y en otra
porque el cambio generacional es irremediable, y los jóvenes evangélicos de
este país, no perciben las cosas de la misma manera.
La histeria actual dentro del
movimiento evangélico español está sacando a la luz sus carencias, y estas están
basadas en una falta de formación teológica, una falta de integración en la
sociedad, y una alarmante falta de empatía con el prójimo discriminado. Por tanto puede ser una oportunidad inmejorable para ella para intentar suplir sus carencias. Es
triste ver como en vez de alinearse con las entidades que trabajan por los
derechos humanos, en este caso han acabado alineándose
con una Jerarquía católica que no hace mucho tiempo atrás, colaboró en su discriminación.
Han decidido tristemente, alinearse con el opresor, en vez de con los oprimidos.
Estaría bien que más de uno y de una se parase a pensar porqué esto es así. Y
como se ha perdido una oportunidad de oro para mostrar que los evangélicos y
las evangélicas estamos por los derechos humanos, por hacer de nuestro entorno
un lugar más justo. Se ha perdido la oportunidad de evangelizar, de dar buenas
noticias. Pero no es tarde todavía.
Ahora se preparan para los envites
que inevitablemente llegarán, porque cuando por fin se aprueben las leyes
LGTBI, es lógico que las personas busquen defender sus derechos y el de sus
hijos e hijas. Ojalá sea con Ley de igualdad LGTBI, pero si no es así, será
en la próxima que no tardará en llegar, o en la siguiente, el final es inevitable. Es lógico que las familias
LGTBI quieran que sus hijos e hijas reciban una educación inclusiva, también las
familias que tienen hijos o hijas LGTBI… y así en todos los ámbitos de la sociedad. Es comprensible que no se admitan discursos de odio, insultos, o todas aquellas acciones que
hagan sufrir a una persona por ser LGTBI. Quienes promuevan el odio tendrán que
asumir las consecuencias, como en cualquier otro aspecto que tiene que ver con la convivencia. No habrá vuelta atrás, el poder que tienen las iglesias evangélicas para presionar a los partidos políticos en otros países contra las leyes que protegen a las personas LGTBI, no es el mismo en España. Además nuestra sociedad está vacunada contra la injerencia de la religión en la política.
Las iglesias evangélicas pueden
escoger volver a las catacumbas para resistir, pero en este caso les vendría
mejor volver al evangelio, a ser portadoras de buenas noticias. Repensar sus
postulados a la luz del mensaje de Jesús, valorar como han tratado dentro de
ellas a las personas LGTBI y si ha sido un trato evangélico, sentarse con familias
y entidades LGTBI para entender cuales son sus peticiones y porqué… y ponerse a
estudiar la Biblia a fondo para buscar una respuesta diferente a la que han
dado hasta hoy, dejándose guiar por el Espíritu y por el prójimo. Escuchar a las iglesias que ya han dado pasos en esta dirección. Quizás así,
salen airosas en este momento para ellas histérico, pero que para nosotras, las
personas LGTBI, es sin ninguna duda histórico.
Carlos Osma
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