Jaume Llenas. Sí, pero no.
Hace unos días llegó a mi página
de facebook el mensaje de un amigo que decía: “Dale al link y lee el
artículo Carlos, vale la pena”.
Cuando hice lo que pedía me sorprendió ir a parar a la página de la revista Protestante
Digital , y mucho más a un artículo de Jaume Llenas,
presidente de la Alianza Evangélica
Española (AEE). Para quien lo desconozca, la AEE no
es una iglesia o denominación evangélica, actualmente se comporta más bien como
un lobby que intenta imponer una visión fundamentalista dentro de las entidades
evangélicas en España.
El artículo llevaba el título de “Vergüenza
y desvergüenza[1]” y venía a
denunciar de una forma clara y contundente la imposición por parte del Cardenal
de Barcelona Lluís Martínez i Sistach de una ceremonia de Estado católica por
las víctimas del accidente aéreo de Germanwings. Jaume Llenas afirmaba
en su artículo con mucho acierto que los Estados democráticos no deberían ser
confesionales, ni dar preferencia a ninguna religión en detrimento del resto. Reconocía
que lo que más le dolía era la desvergüenza de la jerarquía católica, que
seguía pensando que el país era suyo, y la actuación de los representantes políticos
que habían acatado lo que Cardenal Sistach les imponía. Finalmente sentenciaba:
“siento vergüenza de lo que veo en este país que no siente como suyo al
diferente, al secular, al laico, al judío, al musulmán, al evangélico”.
Creo que la mayoría de
protestantes de este país compartimos las palabras de Jaume Llenas, aunque
algunos como Guillem Correa, Secretario general del Consell Evangèlic de
Catalunya, se prestase por decisión propia a ser palmero del Cardenal de
Barcelona en la misa que finalmente se realizó en la Sagrada Familia. Sin
lugar a dudas ha sido un desprecio a las familias no católicas que han perdido
a un ser querido, pero también a todas aquellas que creemos que el cristianismo
debe intentar unir, y no dividir, y que los representantes políticos lo son de
todas y todos, no sólo de quienes profesan la religión mayoritaria. El
catolicismo ya no es como dijo el dictador Francisco Franco la única religión
de la nación española, también hay desde hace cientos de años musulmanes,
judíos o protestantes, por nombrar algunos. Y sobre todo, hay una mayoría de la
población a la que le importa bien poco la religión.
Como me sentí bastante cercano a
las palabras de Jaume Llenas, busqué otras declaraciones que había realizado
anteriormente sobre temas similares, y encontré muchas que comparto: “el grado de justicia de una sociedad se
mide por su respeto a las minorías”, “Debemos
defender la libertad de cada uno de comportarse, creer o vestir como desee”, o
“No se puede fomentar el odio, la
exterminación del otro, ni hacer apología del odio o la violencia[2]”.
Y volví a preguntarme qué hace el presidente de una organización
fundamentalista como la AEE haciendo
estas afirmaciones. ¿Era un discurso sincero, o simplemente una pose?
No me hizo falta mucho tiempo
para descubrir que al enarbolar la bandera del respeto a las minorías sólo buscaba
el beneficio de la comunidad evangélica, y que bien poco le interesaba el
respeto a otras minorías. Su discurso eran sólo palabras, bien diferentes a las
que utilizó en el año 2005 para oponerse a que los homosexuales pudiéramos
alcanzar el reconocimiento como ciudadanos con los mismos derechos y
obligaciones que el resto. Jaume Llenas firmó un comunicado en el que se oponía
a que dos personas del mismo sexo pudieran casarse y a que sus hijos e hijas
pudieran ver reconocidos legalmente a sus dos madres o padres. Es decir, se
posicionó contra los derechos de otra minoría, que por cierto, es más numerosa
que la evangélica en España.
En diciembre de 2014 en una
entrevista que concedió a la revista Protestante
Digital Jaume Llenas volvió a quitarse la careta de defensa
de la libertad individual y de oposición a los discursos de odio y afirmó que no
le parecía bien que las iglesias inclusivas ministraran el pecado del colectivo
homosexual haciéndoles sentir bien, que lo que él quería era ministrar a este colectivo
para sacarlos del lugar en el que están. La entidad que preside, la AEE, sigue
promoviendo todavía hoy la idea de que el homosexual puede ser reorientado
hacia la heterosexualidad con una terapia apropiada, o que debe permanecer
célibe toda la vida. Esa
es su idea de respeto a las minorías.
Cuando alguien habla de respeto a
las minorías, lo debe hacer cuando en el seno de la entidad que preside existe
ese mismo respeto. Nadie puede obligar a nadie a que piense de una determinada
manera, pero cuando se silencia la experiencia de cristianos y cristianas
lgtbi, cuando se niega su existencia dentro de las iglesias evangélicas, cuando
se les anima a unas terapias peligrosas, o cuando se les obliga a ser como la
mayoría para poder ser escuchados y tenidos en cuenta; uno queda invalidado
para pedir que la minoría a la que pertenece sea tratada con respeto. También
muchos cristianos y cristianas sienten vergüenza y decepción cuando ven que las
iglesias evangélicas en España no sienten como suyos a los diferentes, a la lesbiana, al transexual, a la bisexual, o al gay. Si el señor Llenas cree que es un
desprecio la identificación de español y católico, muchos sentimos lo mismo
cuando se identifica evangélico y heterosexual. La apropiación que los heterosexuales evangélicos como Jaume Llenas han hecho de la iglesia, es una
verdadera indignidad. Por lo menos el Cardenal de Barcelona Lluís Martínez i
Sistach ofreció un lugar decorativo a quienes no eran católicos.
Me gustaría terminar
parafraseando un párrafo del artículo “Vergüenza y desvergüenza” del
señor Jaume Llenas.
“Somos una iglesia de memoria
herida, somos una iglesia invertebrada, porque nuestra iglesia se construye los
unos contra los otros. Somos una iglesia vergonzosa porque la heteronormatividad la ha construido uniformizándola e
imponiéndose a quienes no son heterosexuales, y se han utilizado púlpitos,
iglesias, revistas, consejos evangélicos, alianzas y federaciones para
reprimir, callar e incluso eliminar físicamente a quienes no eran heterosexuales”.
Comentarios
Un abrazo