Gaza, Dios esté contigo
Creo que soy una más de las personas que está asistiendo con perplejidad e
impotencia al asesinato de cientos de palestinos indefensos por parte del ejército
Israelí. Según el periódico de hoy, antes de la ofensiva terrestre de ayer
noche eran 460, entre ellos 75 niños. Pero a estas horas los asesinados serán
seguramente muchos más, personas anónimas que han sido obligadas a vivir
durante años en condiciones inhumanas ante el silencio de gran parte de la
comunidad internacional. Ahora estas víctimas por fin tienen nombre; son los “daños colaterales”.
No me propongo hacer aquí un análisis sobre el conflicto palestino-israelí,
no tengo elementos suficientes para ello. Pero en este momento me posiciono al
lado de los palestinos. Evidentemente condeno el terrorismo de Hamas y deseo su
desaparición, pero tengo la impresión de que Hamas le viene mejor al gobierno
israelí que al palestino. Una Palestina debilitada, bombardeada y pobre, es
menos peligrosa. Y no sólo eso, sino que la multitud de extremistas que
surgirán dispuestos a vengar la muerte de sus seres queridos, permitirá seguir
justificando la política terrorista de Israel.
¿Es un conflicto de religión como algunos nos quieren hacer creer? Yo diría
que no, aunque me sorprende que desde algunos entornos cristianos,
influenciados por las iglesias conservadoras norteamericanas, se justifique al
gobierno israelí. Da vergüenza ver como cierran los ojos al sufrimiento de
millones de personas, mayoritariamente musulmanas, apoyándose en supuestas
promesas bíblicas de restauración del Israel bíblico. Un ejemplo más de cómo la
teología puede estar al servicio de los intereses del más fuerte.
Yo no podría decir que Dios está de parte del pueblo palestino, y mucho
menos del israelí. Pero si de algo estoy convencido es de que Dios no se
encuentra en las bombas que han caído sobre Gaza. Tampoco en los discursos que
han justificado este acto terrorista, o en las instituciones que no han tenido
el coraje de condenarlo. Creo en el Dios que está con el padre que ha perdido a
sus hijos, con la esposa que se ha quedado sin marido, o con los niños que han
sido mutilados. También confío en el trabajo de los que están socorriendo a las
víctimas o trabajan para que termine este terror.
Por ellos ruego, no puedo hacer nada más. Y me gustaría hacerlo con una
oración que se encuentra en el libro de los Salmos, concretamente en el
capítulo 121. Los israelitas la cantaban en las peregrinaciones que hacían
hacia Jerusalén con ocasión de las fiestas de Pascua, Pentecostés o Tabernáculos.
Era una oración que parecía no tener nada que ver con sus duras experiencias,
pero reflejaba la esperanza que albergaban en el cuidado constante de Dios.
Desde entonces muchas otras personas lo han hecho suyo mostrando su
confianza en Dios ante toda circunstancia. Que este Salmo de esperanza, a pesar
de la injusticia que hoy están viviendo, se haga real para todos estos hermanos
y hermanas en la fe de Abraham.
Levanto mis ojos a los montes;
¿de dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene del Señor,
que hizo los cielos y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
Ni se dormirá el que te guarda.
He aquí, el que guarda a Gaza
no se adormecerá ni dormirá.
El Señor es tu guardián
el Señor es tu sombra a tu diestra.
El sol no te hará daño de día,
ni la luna de noche.
El Señor te guardará de todo mal;
él guardará tu vida.
El Señor guardará tu salida y tu entrada,
desde ahora y para siempre.
Amén.
Carlos
Osma
Este artículo fue publicado en la Revista Lupa Protestante en Enero de 2009. Tristemente cinco años después, la historia vuelve a repetirse.
Comentarios